martes, 29 de abril de 2008

Trinidad II



Entre diademas de estrellas se perdían las vivencias
y en el mas lujurioso sacrificio postrero, yacía tu cáscara.
Tan olvidada como este brillo, se golpeaba contra el sol
iba conglomerando el absurdo de la humanidad en el bullicio doblegado.
Desde el poniente una paloma nos advertía que ya no había mas sed de la cual beber
ni turbiedad en la cual bucear.
Yo te admiraba desde la vida;
y tan solo veía tu cuerpo como una cáscara.

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